martes, 3 de febrero de 2015

MARATÓN VIA VERDE DEL TAJUÑA

Tras un final de temporada algo movidito, en el que parece que costaba finalizar con éxito las maratones, y tras las buenas sensaciones que tuvimos en la medio maratón de Viana do Castelo, a mediados de enero, Miguel y yo, acudimos a Arganda del Rey para enfrentarnos a la maratón de la vía verde del Tajuña, una prueba enmarcada dentro de un circuito de carreras que se celebran en varios puntos de la península y que comparten formato y filosofía. Básicamente se trata de recorridos que aprovechan los antiguos itinerarios de vías de tren abandonadas y que han sido puestas en valor para la práctica deportiva y el turismo rural.

La organización había dispuesto un hotel a un precio asequible, aunque alejado de la salida y del centro urbano -bien es verdad que Arganda no tiene demasiado que ver, ya que se trata de un conjunto de urbanizaciones modernas sobre un pequeño pueblecito de las afueras de Madrid, del que muy poco se conserva-.

Desayunamos temprano, a las 6,30, para dirigirnos al estadio de atletismo de donde partían los autobuses que debían llevarnos a Carabaña, un pueblo 40 kms más al sur, de donde salía la carrera. Allí saludamos a Pepe Caballer y Sonia Napolitano, entre otros compañeros de aventuras. En el bus nos encontramos con Santi Hitos, tan animado y cariñoso como siempre. Sobre las 8:30 llegamos a Carabaña, con un frío en torno a los 3-4 grados. Más saludos a conocidos, como Javier del Val, con su ya míticos dorsal "32" en su lucha contra la "ELA".




A las 9, en torno a 120 valientes tomamos la salida para afrontar los 42 kms. Mientras tanto, otros buses habían llevado a más corredores para recorrer 30 o 21 kms, y entre ellos a nuestras esposas, Merce y Raquel, preparadas para hacer una andaina en lo que nosotros corremos.

La mañana estaba preciosa, con un  cielo azul intenso, y un sol que aún calentaba un poquito en los escasos remansos que el recorrido ofrecía, porque mayoritariamente discurría de sur a norte, contra un viento gélido que dificultaba nuestro avance.

Pronto se hizo la natural selección de siempre, y Miguel y yo nos quedamos en el grupito de cola, con Pepe, Sonia, Santi y alguno más. En el primer avituallamiento, enlazamos con Nacho y Edorte, dos vitorianos, con 97 y 30 maratones a sus espaldas, con quienes entablamos animada conversación a un ritmo muy adecuado a mis aspiraciones.

Así, fuimos alcanzando a corredores de vez en cuando hasta que a mitad de camino y al comenzar la larguísima subida, decidimos moderar el paso para no quemarnos en un esfuerzo baldío. Hasta allí llevábamos un paso que hacía presagiar que podíamos acercarnos a las 4h 30. Fueron momentos duros por la dificultad del trazado y ese molesto viento de cara.

Pero paso a paso, sin desfallecer conseguimos llegar a lo más alto del recorrido, en torno al km 30 y lanzarnos cuesta abajo en busca de la meta. Los minutos que habíamos perdido subiendo, los recuperamos a base de apretar los dientes en la bajada, y aunque yo era más pesimista que Miguel, él no dejó de animarme y tirar de mí en cuanto veía que yo aflojaba lo más mínimo.

A punto de entrar en meta, dimos caza a nuestras costillas, y disfrutamos de su presencia en la emocionante vuelta a la pista, en la que también nos esperaba Carlitos.

Al final paramos el crono en 4h24´20", un tiempo muy bueno para mí -de hecho hacía casi dos años que no lograba registros así-, y que hubiéramos mejorado en varios minutos sin el lastre del viento.



Una hermosa mañana, haciendo lo que más nos gusta, con nuestras esposas y con buenos amigos, en un trazado muy bonito, que nos deja un excelente sabor de boca para el futuro.